Yo, el peón (Cuento corto)
Yo, El
peón
0600
HORAS
Yo,
hombre mestizo promedio, clase media baja y peón de ajedrez…, inicio mi
habitual rutina: Me baño y afeito, aplicándome la última gota de loción en la
cara… salgo a la calle y espero, paciente, que la enorme e invisible mano que
mueve las piezas en el tablero decida moverme.. mientras tanto, me dirijo, como
muchos otros peones, (psicóticos colectivos) al trabajo, en un crujiente y
ruidoso bus urbano.
Ella, dama de magnífica presencia y torre derecha, a la vez, no se parece en nada a mi. Su status
está en la fila de atrás y es vecina del caballo blanco, justo allá, del otro
lado del tablero. Viste elegante y conduce un reluciente BMW azul. Al igual que
yo, va para su trabajo ataviada de gris ésta mañana gris...ella es la torre, yo, soy el peón.
Mientras
escucha música y lleva corrido hacia atrás el techo de su auto no sospecha que
la observo, silencioso y embelesado
desde mi elevado y privilegiado punto de vista.
La
imagen de sus piernas, el color de su cabello, (…qué bien le quedan los lentes
oscuros carajo…!) la curva perfecta de su sonrisa reflejada en el espejo
retrovisor, la perfección de sus rodillas…el contraste de la falda con su
piel..., se clava certera entre los dos hemisferios de la fábrica de mis
pensamientos.
A
pesar de que el tráfico parece ser eterno, agobiante…, no desespero: Voy con
suficiente tiempo a mi trabajo y bendigo
cada segundo que paso sumergido en la contemplación de esa belleza de mujer,
que, al igual que yo, es pieza dentro de un tablero inmenso. Contemplo, su
perfil níveo y un relámpago de impaciencia,
junto a un trueno de molestia provocan una tempestad en la sobria belleza de su
rostro…, su constante cambiar de las
estaciones en la radio evidencia su ansiedad. Una bala de frustración traspasa mi pecho, acompañada
de una procesión de frases resonando en mi cerebro…: “…ésas pulgas no saltan en
tu petate…”, “para que anduviera con vos tendrias que tener un mejor carro que
el de ella, no ser un perdedor en camioneta…” etc etc etc…
Una
bendita casualidad hace viajar una brizna de su cítrica fragancia entre el
maloliente diesel matinal y me inunda las fosas nasales por cinco milisegundos…
Inmediatamente
después desaparece tras un imprudente cambio de carril y con un súbito acelerón
del seis cilindros, propinando un
rotundo jaque mate a mi deprimente monologo,
aliviado, felíz y con las últimas moléculas de su perfume inundándo mi espíritu, pienso en la ironía que representa que ella
no imagine lo maravillosamente bien y lo mucho me hizo comenzar, ésta mañana gris, el juego.
RA/ra
OCTMMXVI
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