Mi cabeza estaba al borde del estallido y por mi rostro barbado resbalaba sudor pegajoso y rancio. Mi paladar era una mezcla de aliento a sardinas, tabaco negro y ron. Un intenso recuerdo invadió mis sienes y dejó espacio a la melancolía. De cualquier manera, sentía, a la vez, la imperiosa necesidad de hablarle...Era un mandato que se alojaba en el interior de mis dos sienes borrachas. Solo eso. Queria conocerla, aunque fuera asi, en estado natural, despues de una jornada violenta en la ciudad y tomando un trago de ron barato en aquel lugar oscuro, oloroso a blues y a jazz ácido. Su presencia iluminaba aquel lugar como si una luciérnaga gigante se hubiese colado por la ventana del segundo piso y hubiera elegido ese exacto lugar en la barra, para pintar con luz todo el miserable estruendo de pláticas, vasos y voces que poblaban aquel lugar, que parecia ajeno al brillo de su belleza descomunal. La observaba, a través del color ambarino de mi vaso... entre sorbos, alucina...